17 marzo 2012

Copago, muerte de las ideologías y neolengua

Todo se vende. Cualquier iniciativa es bienvenida. No hay estrategia que no se dé por buena si prolonga el negocio un poco más. En nombre de la crisis, hasta nos parece razonable que se grave la enfermedad con un impuesto.

Cuando murieron las ideologías -mejor sería decir morían-, pareció por un tiempo, qué estupendo, que por fin el individuo, fuera de la disciplina del grupo y de la tiranía de la "coherencia", tomaría las riendas de su propia existencia social. Pero no duró mucho esa percepción. Pronto se vio que todo era un fiasco, un desastre que llevaba a otro mayor: una sociedad convertida en un sálvese quien pueda inmisericorde con el apoyo inestimable del poder de la neolengua. La mentira, la deformación del lenguaje y la desvinculación de la expresión y el contenido entre sí y de ambos con la realidad encontraron un magnífico caldo de cultivo en individuos desclasados y desarmados por la necesidad. La muerte de las ideologías, en definitiva, solo habría funcionado con individuos libres, críticos y racionales.

La imagen del 'conservador' Álvarez-Cascos prometiendo [en realidad, inyecta miedo] que si le votan a él [él dice a su partido, Foro Asturias] y es elegido presidente, no habrá copago [se debería decir repago], refleja exactamente toda esa desesperanzadora realidad. Hace unos días, decía el 'socialista' José Antonio Griñán, otro personaje que también aspira a presidente, que a las clases altas -los poderosos- la crisis les resbala porque ellos cuentan con un patrimonio que los mantiene al margen, mientras que las clases medias [no dice bajas, pobres o indigentes por no quebrar los preceptos neolingüísticos] solo tienen como patrimonio la sanidad y la educación públicas. Esto, que no deja de ser absolutamente cierto, lo sabe y lo utiliza muy bien Cascos, que no es ni mejor ni peor que todos los demás, sino simplemente nefasto, cuando busca el apoyo de las clases más bajas ofertando el rechazo al copago, una medida puntual progresista contraria a la de sus adversarios políticos, con quienes ha compartido y comparte ideología, siendo, como es, un poderoso.

Eso, en oldspeak, se llama perversión. Perversión del fondo y de la forma.


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