03 marzo 2008

Escuela de periodismo

Qué tiempos aquellos en los que el progre, luciente honor del cielo, El País bajo el brazo, en la oreja un porrillo, y el sol todos los rayos de su pelo, miraba por encima del hombro al analfabestia lector del Marca. Pero como todo lo que se acaba tiene su fin, acaso el periodismo, hoy, sea ya otra cosa. Para qué darle más vueltas.
Esta mañana, café en mano, me dispongo a leer en El País la crónica del último partido de Gasol y, como a mí lo que me pone son las estadísticas, me veo en la obligación de migrar al Marca a ver si están allí. Y estaban. Estaban, y ésa era, en la práctica, la única diferencia entre ambas crónicas. Y alucine el que quiera, como yo aluciné en mi ingenuidad, ¡porque eran idénticas! Arracaban ambas como narraciones diferentes. Decían lo mismo, sí, pero cada una a su modo. Sin embargo, la diferencia fue haciéndose cada vez menor: las frases eran cada vez más similares formalmente, y, al poco, la diferencia sólo estaba en la distinta delimitación de los párrafos y en la inclusión de algún que otro inciso. Poco más adelante, cuando semejante ejercicio de creación apenas cruzaba su ecuador, ambas manifestaciones del periodismo contemporáneo terminaron por ser absolutamente idénticas en todo: puntuación, sintaxis, léxico, estilo…
¿Por qué en los primeros párrafos el redactor se toma la molestia de camuflar el plagio? ¿para escaparse de los buscadores? ¿alguien estaba en la obligación de sacar la noticia de un partido que había tenido lugar cuando la redacción estaba ya cerrada?
En fin, juzguen ustedes mismos, piensen lo que quieran: el cuerpo del delito.

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